lunes, 13 de octubre de 2008

Haiku para Con.y


Sobre el balcòn
el laurel pierde
brillo.

sábado, 11 de octubre de 2008

Albert Camus, La caìda


" ...Ah, querido amigo, para quien está solo, sin Dios y sin amo, el peso de los días es terrible! De manera que no estando ya Dios en el mundo, hay que elegirse un amo. Por lo demás, la palabra Dios ya no tiene sentido; no vale la pena que uno se ponga a correr el riesgo de escandalizar a la gente. Mire usted, a nuestros moralistas, tan serios, que aman a sus semejantes y todo, nada los separa en definitiva del estado de cristianos, si no es el que prediquen en las iglesias. A su juicio, ¿qué les impide convertirse? El respeto, tal vez, el respeto de los hombres. Sí, el respeto humano. No quieren dar escándalo y entonces se guardan sus sentimientos para ellos(...) Pero, como de todas maneras no pueden prescindir de juzgar, entonces se desquitan en la moral. En suma, que tienen el satanismo virtuoso. Época singular, verdaderamente. ¿Hay que admirarse acaso de que los espíritus estén turbados y de que uno de mis amigos, ateo, mientras fue un marido irreprochable, se haya convertido al hacerse adúltero? (...) Créame, todos son así, aun cuando incendien el cielo. Sean ateos o devotos, moscovitas o bostonianos, son todos cristianos de padre a hijo. ¡Pero, precisamente ya no hay padre, ya no hay regla! Entonces uno es libre y tiene que arreglárselas por sí mismo. Y como no quieren saber nada de la libertad ni de sus sentencias, piden que les golpeen en los dedos, inventan reglas terribles, corren a construir piras para reemplazar las iglesias, son Savonarolas, le digo a usted. Pero únicamente creen en el pecado; nunca en la gracia. Claro está que piensan en ella. Eso es precisamente lo que quieren: la gracia en sí, el abandono, la felicidad de ser. Y quién sabe si no quieren también, porque además son sentimentales, los esponsales, la muchacha fresca, el hombre recto, la música. Yo, por ejemplo, que no soy sentimental, ¿sabe usted con lo que soñé? Con un amor completo, con un amor de todo el corazón y todo el cuerpo, amor de día y de noche, en un abrazo incesante, en el que gozara y me exaltara. Y que esto durara cinco años. Después, la muerte. ¡Ay! Entonces, ¿no es cierto?, sin esponsales o sin ese amor incesante, tenemos el matrimonio, brutal, con el poder y el látigo. Lo esencial es que todo se haga sencillo, como lo es para los niños. Lo esencial es que se nos mande cada acto, que el bien y el mal se nos designen de manera arbitraria y por lo tanto evidente. Y yo, por siciliano o javanés que sea, estoy de acuerdo. Que no haya, pues, cristianos de tres al cuarto, aunque yo aprecie mucho al primero de ellos. Pero en los puentes de París yo también me di cuenta de que tenía miedo de la libertad.
¡Viva, pues, el amo, quienquiera que sea, que reemplace la ley del cielo! "Padre nuestro, que estás transitoriamente aquí?Guías nuestros jefes deliciosamente severos, ¡oh, conductores crueles y muy amados!?" En fin, ya ve usted que lo esencial es dejar de ser libre y obedecer, en el arrepentimiento, a quien es más pillo que uno. La muerte es solitaria, en tanto que la servidumbre es colectiva. Los otros también tienen sus cuentas y al mismo tiempo que nosotros; eso es lo importante. Todos reunidos, por fin, pero de rodillas y con la cabeza gacha..."