sábado, 5 de diciembre de 2009

En el Velorio de Vicor Jara


Nunca me había sentido tan libre en mi vida, tenía 18 años, y había entrado a la universidad. El universo de un pobre chico de suburbio se había expandido, y podía ver las posibilidades sobre mí. En un estadio casi vacío, y con las típicas alfombras verdes que cubren el pasto, jugaba y saltaba con unos amigos y amigas mientras sonaba "El Martillo" de Victor Jara y la USACH se pintaba de colores, colores para mí. Nunca había sido tan feliz. Ayer, hoy y mañana será el velorio y entierro del cantautor, después de su horrible muerte y los tristes años. Tenía que ir a verlo.

Por un tiempo veté a Victor de mis reproductores, por una razón bastante ridícula; al escuchar canciones como "Herminda de la Victoria", "Manifiesto", o "Te Recuerdo Amanda", encontraba una emoción, una fragilidad, un espíritu hermoso y tan grande, que me nublaba, me ponía la carne de gallina y me hacía querer en algo más importante. Era tener una revolución. Todas estas emociones se destruían al recordar su muerte y la manera en la que lo mataron, y me jodía el día, y me amargaba a mi mismo, terminaba hasta la hora de dormir con una sensación de impotencia y una lágrima en la garganta. Fué con esa sensación en que lo ví en el velorio. Estaba como borracho, mareado, el mundo me daba vueltas. No podia asimilar que dentro de un ataud estuviera un pedazo de historia, la voz de los sin voz y de la revolucion. No podia asimilarlo. Estaban los jotosos con sus camisas conchovino, Joan Jara, totalmente frágil, la gente no podía creerlo, que ese ser mitológico, ese ser de ternura, estaba ahí con nosotros. Ni yo tampoco. No se como salí, pero afuera había unos cantautores entonando las canciones de Victor. Una niña de 10 años salió y cantó "Luchín" y finalmente me quebré.

3 comentarios:

Priscila dijo...

Yo también fui. No me quebré. Todo fue alegría, todo fue compartir con gente desconocida. Todo fue una atmósfera irreal, donde la gente fue amable y sincera (acá no entran los camisas conchevino), también la gente fue libre y por eso mismo, algo desordenada, pero con autocontrol. Por reivindicar "el derecho de vivir en paz" y otros tantos derechos retorcidos, la gente se bancó el sol, las 4 horas de caminata y se quedó a la muestra artística. Los niños bailaban con la murga y agitaban una que otra bandera del pc, de la nación mapuche o con la cara del artista. Vi a Bárbara Brito, pero tenía cara de tristeza, así que no quise saludarla. La vi así y me dio pena, también me acordé de tí y de que no me hablas, no me das ni la hora y que se me rompe el corazón en 64 partes (2^5). Nunca lo entenderé, sólo sé que duele. Y a tí no te importa.

Priscila dijo...

Volvió el artista a su gente, alégrate.

kO dijo...

demonios, no fui. ese dia tenia gans de esconderme detras de un tronco gigante o una ligustrina